Disculpe, estamos jugando. El Juego Editorial en una Sala-Taller de lectura. Claves de una experiencia vital

Por: Edgar Hernández


La noción de lectura y lector ya se conciben como una historia de la casa; una historia de la infancia y de la memoria.


Julio Borromé

Fragmento extraído del libro Crítica de la lectura instrumental



La lectura como práctica sociocultural se encuentra determinada por las valoraciones que le adjudican los lectores en particulares contextos históricos. Su trascendencia en la vida social será provocada por factores culturales, políticos, económicos e ideológicos fuertemente influenciados por la escuela, permeando contextos extra académicos y multiplicando ciertas tradiciones y hábitos de ejecución. La imagen heredada que tenemos de la lectura es aquella en la que la vincula al trabajo didáctico para el aprendizaje instrumental, casi siempre, o a la élite como una especie de exquisitez cultural. En todo caso, siempre como una posesión de la escuela.


Cuando en distintos ambientes conversamos sobre nuestras primeras experiencias con la lectura, y de allí, sobre las experiencias juveniles con los libros, los testimonios que saltan al análisis es el papel que juega la escuela en este proceso. La lectura alienante, instrumental, vaciada de sentidos nos aleja de los afectos y de las memorias personales y comunes, este tipo de lectura escolar se centra en las habilidades y competencias y deja de lado la experiencia vital. Ninguno de los testimonios que nos han compartido refleja que la escuela haya jugado un rol mediador entre el ser y el hacer, entre el conocimiento y el sentimiento.


La razón de ser de nuestra sala de lectura, en oposición, es, precisamente, acercarnos a los sentidos múltiples, a las lecturas diversas del mundo, a las memorias familiares, del hogar y de la comunidad, ampliando la posibilidad de lenguajes también diversos que nos vinculen a la historia y al territorio. Bajo esta premisa nace nuestra “Sala-Taller”, un espacio que nos vincula al hogar y al hacer manual, un espacio que se concreta como una extensión del hogar porque creemos en lo que dice Borromé (2016), que en la casa de nuestra infancia tenemos las representaciones de nuestros primeros vínculos con el mundo, por tanto, la intención es que esta sala de lectura y lo que en ella hacemos se convierta en una referencia simbólica que nos brinde a los participantes un piso firme desde donde re-crearnos como individuos y como colectivo, haciendo de cada práctica de lectura una experiencia de vida, un acontecimiento maravilloso, plural y popular, no limitando la lectura al discurso verbal sino incluyendo todos los discursos posibles: el audiovisual, el plástico, el cartográfico, el gestual, el de la cotidianidad del barrio, etc. En definitiva, es un espacio para la infancia sin importar la edad de sus participantes, es decir, un espacio para el juego, la experimentación, la invención, la búsqueda, la imaginación, la ensoñación, la rebeldía y la creación de mundos.


La infancia, entonces, es el centro, punto de partida y de llegada de nuestro hacer. Asumimos el planteamiento de Kohan quien, en muchos espacios, ha afirmado que la infancia es una muy particular manera de experimentar el tiempo. El tiempo en el que nos ubicamos en el mundo occidental es, generalmente, lineal y secuencial, por ello, según esta visión cronológica, la infancia tiene un inicio y un fin, es algo que termina, que pasa. Sin embargo, cuando asumimos que la infancia no tiene que ver necesariamente con la niñez y que está ubicada en un tiempo siempre presente, la entendemos como oportunidad e inicio, por tanto, es inconceptualizable en términos de lo absoluto o lo definitivo. Asumir que la infancia tiene voz y servir de puente resonador es una de nuestras intenciones, ver el mundo desde otra estatura y crear desde allí con una mirada nueva, novedosa, inquieta e inquietante es el impulso para la producción, para la conversa y para el juego.


Cuando hablamos de juego, buscamos trascender maneras binarias de entenderlo: serio o no serio, importante o banal, productivo o improductivo, como actividad de aprendizaje o como simple alimentación al ocio. El juego es para nosotros la forma de relacionarnos, de interactuar con el mundo desde una manera creativa y espontánea, es el acontecimiento de la práctica de la libertad conectada con el movimiento y el hacer, y con lo estético, la emotividad y lo lúdico. Estrechamente vinculado a las artes y a la metáfora, a través del juego nos representamos y representamos al mundo, nos revelamos de una manera singular para irrumpir y trastocar la realidad cotidiana tal como ocurre con el teatro, la danza contemporánea, el cine o la literatura. El juego nos atrae, nos modifica en la medida que vivimos la experiencia asumiéndolo como una actitud de vida, como un modo de ser y de hacer. Asimismo, el papel de la literatura es uno de los territorios de las posibilidades, entonces, consideramos que toda literatura es infantil en el sentido que tenemos de la infancia: transtemporal, inquieta, rebelde, insatisfecha y creadora de mundos, a partir de ella y volviendo siempre a sus imágenes generamos el juego editorial, es decir, una representación del mundo materializada en un libro.


Es el libro, pues, la concreción material de un proceso de creación, reflexión y de reinterpretación de los elementos simbólicos que acompañan cada actividad de la sala de lectura. El libro, como objeto cultural, no sólo es el soporte del texto, es también el producto de la combinación de aspectos de orden discursivo y de formas y circunstancias sociales, históricas y culturales que son el marco de elaboración de una visión del mundo. Dicen Chartier y Cavallo (2001) que la lectura pone a prueba el cuerpo en cuanto a su integración en el espacio y también en la relación consigo mismo y con los otros, de ahí la importancia que tiene para nosotros el acercamiento personal e íntimo a la experiencia de la lectura pero también nos mueve la lectura en voz alta, la lectura pública (en la que la intimidad no deja de estar presente). Los libros de la Sala pertenecen al colectivo, de manera que la relación con el objeto es también colectiva.


Esta experimentación de juego editorial, en el que elaboramos textos e ilustraciones para, luego de todo un trabajo de edición, hacer los libros en soportes físico y digital ha sido mágicamente revelador: el libro, como el juguete o como el instrumento musical, debe ser palpado, movido de un lugar a otro, puesto sobre el pecho, mostrado y abrazado, de ahí la importancia del soporte físico, de su existencia material en la sala. No obstante, el soporte digital nos brinda la posibilidad de llegar a donde nuestro cuerpo no puede, multiplicar la experiencia en otros espacios, difundir el trabajo de la sala, compartir la dicha de la creación.


Por otra parte, el proceso editorial nos interpela acerca de la posición que debemos asumir frente a la industria cultural, específicamente al área de la producción de libros cuyas intenciones son, en gran medida, meramente comerciales, sobre todo los que van destinados especialmente a la infancia, muchos de los cuales menoscaban la calidad literaria por contenidos didactistas. En nuestro juego editorial partimos de los planteamientos ya descritos en líneas anteriores: una nueva concepción de la infancia y el juego, de dejarnos gobernar por nuestro espíritu infantil que nos pide admitir nuestras acciones con menos lógica adulta y mayor inquietud y asombro.


El Juego Editorial es, pues, un taller para experimentar formas de contar, para elaborar nuestros propios materiales de trabajo, para vincular todas las áreas artísticas posibles, para difundir lo que un grupo de niñas y niños de una pequeña comunidad, al oeste de Maracaibo, pueden hacer cuando están dispuestos a asumir el juego como parte fundamental de la vida.


La creación literaria, el proceso de edición y la materialización del libro en sus formatos físico y digital, nos han hecho entender que sólo tenemos que cambiar la mirada y conectarnos con la infancia y, a partir de esa conexión, recrear el mundo del que venimos, el mundo que vemos alrededor y el mundo que deseamos. La industria editorial que ve el libro como mercancía comprende esta dinámica y la administra muy bien para sus propósitos culturales, políticos y económicos. Todo lo que podamos hacer, no importa si tímidamente, servirá para generar aunque sea un mínimo espacio para la felicidad común.







En las referencias:

BORROMÉ, Julio (2016): Crítica de la lectura instrumental. Del sentido, la interpretación y el libro en Venezuela. Centro Nacional del Libro. Caracas.

CHARTIER, Roger y CAVALLO, Guglielmo (2001): Historia de la lectura en el mundo occidental. Taurus Minor. España.

KOHAN, Walter (2006): Infancia, política y pensamiento. Buenos Aires.




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